PASO
DEL AGUA QUE se ACABA
De Benjamín Gavarre
® contacto: gavarreunam@gmail.com
La acción ocurre en un espacio
tipo patio, con algunas referencias al tiempo de Lope de Rueda, pero,
con algunos objetos e imágenes que nos ubiquen en nuestra realidad.
El estilo quiere recordar al tiempo de los pasos, pero obviamente las
situaciones tienen que ver con nuestros días. El vestuario no deberá
también sino aludir a la época, pero con prendas equivocas de la
nuestra.
Personajes:
Anita, hermana lozana de Rul.
Rul, joven mozuelo.
Doña G, tía de los mochachos.
Anita.–
(Insidiosa)
¿Qué tanto ha de hacer Rul, tía? ¡Más de dos horas lleva
enclaustrado en el cuarto de lavado!
Doña
G.– (Santurrona,
mosca muerta)
Válame el diabro, que no se halle en el camino de Esperantio, si yo
te dijera las cosas que se hablaron d’él en otro año.
Anita.–
(Malévola)
¿Lavábase todas las costras del rostro hasta dejarse casi por
entero la calavera reluciente como mochacho fresco y lozano de la
mañana?
Doña
G.– (Chismosa)
Ni cercana a la noticia te encuentras: lo que hacía Esperanto es
cosa que natura no permite a mozuelas fermosas y bisoñas como tú,
ni siquiera imaginar.
Anita.–
(Obscena,
simpática)
¡Ah, ya sé! Se fregaba y fregaba hasta dar de alaridos como los
peones del rastro. Ahhhhhh.
Doña
G.– (Con ganas de
aparentar prudencia) Más o
menos, Anita, pero tente que es cosa delicada.
Anita.–
(Chismosa)
También los mocitos de la cuadra no hablan más que de eso, pero
ellos no se meten al cuarto de los baños, sino que ahí mismo en las
pajas le dan y dan y friégate que te friega; yo he escuchado.
Doña
G.– (Escandalizada)
Y ya es decir bastante, tente diabro, que en mis tiempos de mozuela
ni se atreviera una a concebir tales desórdenes.
Anita.–
(Descarada)
Pero si a nadie mal hace tía, yo...
Doña
G.– (Cambia de tema)
Tente, tente y ponme en la noticia del tal Rul. ¿Quiéredes mentar
que no se aleja del aljibe?
Anita.– Del aljibe se lleva el agua,
nos deja sin cisterna, sin depósito, sin manantial, sin recursos.
Lleva encerrado en el cuarto de lavado más de tres horas d’esa
guisa y no se ve sino que derrocha los acuíferos en no sé que labor
exótica, porque el agua no sale sino llena de espuma y muy negra por
cierto.
Doña G.– Ha de estar lavando sus
calzas, capa y festones del traje de tuna.
Anita.– ¿De traje de tuna dices,
tía?, ¡que a muchas espinas se arriesga Rul! ¿De tuna el traje?
Doña G.– De la estudiantina, mensa,
que ya sabes que es barítono... Y así de presumido como es seguro
desperdicia toda el agua en lavando cada botón dorado, cada borla,
cada listón de amarillo azul y verde. Ah, me acuerdo de las
serenatas de tu tío en la Tuna de San Tormes, no sabes, qué
apostura, tan gallado...
Anita.– Sí tía, tía, ya me los
has mentado más de mil docenas. ¡No te molesta en fin que gaste
toda el agua? El tal Rul nos llevará a la ruina, inanición, al
desamparo. Seremos víctimas de aridez, sequía, estiaje, calamidad.
¡Tendremos sed sin duda!
Doña G.– ¿Se está acabando el
agua de tomar?
Anita.– Y más que eso, la de tomar,
la de beber, la de saciar la sed intensa...
Doña G.– Eso ya lo comprendí. ¿Y
no quedará más de agua?
Anita.– Ni para echarle el agua a
las letrinas, tía, y mucho menos la de lavar verduras, la de fregar
pisos y ventanas, la de bañarse en tina para los oficios mayores y
la de lavarse cada sábado para los menores, la de bañarse los
martes para las angustias, y los miércoles para las venturas varias.
Doña G.– Y digo yo, ¿no se puede
acumular en cestos, en tarros en cubetas la tal agua?, ¿Toda se la
ha acabado ya?
Anita.– La más parte se ha escapado
por entre los desagües, tía. Y la otra, ya anega las baldosas y
peor, que toda jabonuda y negra como está que se encuentra ya
invadiendo los corrales y las gallinas se escapan y los puercos se
resbalan y la vaca ya no entiende nada de lo que le acontece por
tanta espuma y negra, tía, entre sus patas.
Doña G.– Suficiente es; he de
hacerle entender a este mochacho que se detiene o nos lleva a la
ruina. Id por él.
Anita.– Pero si no me tomara en
cuenta hace ya cuatro horas, cómo así que le vuelva yo a tocar y no
responda.
Doña
G.– A mí me hará más caso. (Grita)
¡Ruuuuuul! ¡Ruuuuuul!... Que no responde. Veamos si me ayudas.
(Anita se pone a gritar
también) ¡Ruuuul! (Doña
G se muestra muy contrariada).
¡Habráse visto tal! (Vuelve
a gritar) ¡Ruuul, Ruuul,
cerradle al agua! ¡Ayúdame, Anita! (Anita
le ayuda, más tarde todo el público participa)
¡Ruuul, Ruuul, cerradle al agua! ¡Ruuul, Ruuul, cerradle ya!
Entra a escena Rul, todo empapado.
Rul.– ¡Pero qué voces son esas!
¡Callad!, ¡Callad he dicho! ¡Me han distraído de mis labores más
urgentes!
Doña G.– ¡De urgencia suma es que
no desperdicies más todo el aljibe!
Rul.– ¿Yo el aljibe?
Anita.– Y la cisterna y el depósito
y el manantial todo.
Doña G.– Sin líquido acuoso nos
hemos de quedar por vuestra causa!
Rul.– Que sea menos. Son tales
infundios de Anita que dista mucho de tener buenas razones. ¡Ella
quedarse anhela de la tina, que lava y lava la mugre Anita! Por ello
el alboroto, sus chismes, sus quejas y maledicencias. Decilde Anita,
decidle a Doña G, tu tía y la mía que pasas más de mil horas en
la tina haciendo... no sé qué.
Anita.– Bárbaro animal, ni que de
tu ralea fuera yo a formar la parte. Muchas más veces tú ocupas de
la tina y la encuentro siempre maculada de pelillos de tu casi cara
de mono, que ni bien afeitas tus barbas y bigotes que al día
siguiente quieres volverte a quedar como cachete de doncella. Siempre
tengo de limpiar tales pelillos, tía.
Rul.–
Lo ves. Anita misma se delata. Cada día lavarse de cuerpo completo
solicita y me reclama a mí que le deje yo el terreno limpio. No he
sino constar que lo que quiere es toda el agua para sí. (A
Anita) ¡Mustia!
Anita.– ¡Badulaque!
Rul.– ¡Solapada!
Anita.– ¡Entuerto del Diabro!
Rul.– ¡Pescuezo sin sangre!
Anita.– ¡Rabadilla, de... de...!
Doña.– Basta he de decir y a
entrambos un castigo he de librar si no os calmáis y presto a mis
consejos habréis de obrar.
Anita
y Rul.– (Muy modosos
ellos) Sí, tía.
Doña G.– ¿Bien paréceme que los
dos han hecho abuso de los acuíferos dones, mochachos?
Anita
y Rul.– (Sin entender
palabra) ¿Qué decis?
Doña G.– ¡Pues que desperdician el
agua los dos, he dicho!
Anita.– Pues no hay ni que pensarlo,
tía.
Rul.– Ni que osar pudieras dar
acusaciones tales, no.
Doña G.– Y qué me han demostrado
sino lo contrario. Por lavaros en la tina, Anita y por lavar lo de la
tuna Rul, que se acaban todos los recursos, como he dicho.
Rul.– Los “acuíferos”, decís.
Doña G.– ¡Y digo bien! ¡Si cada
litro que desperdiciáis tuvieras que pagar...!
Rul.– ¡Si lo pago yo con lo que me
dan por cantar los de la tuna, y la luz pago también y el cable, el
internet, el muy teléfono... ¡que no es poca cosa!
Doña G.– Poca cosa es lo que va a
quedar de agua si seguís como hasta ahora tirándola toda, y sin
beneficio para otros.
Rul.-
(Irónico)Y
resulta, Anita que somos los culpables de la gran Sequía. Tooodo el
mundo necesita los “acuíferos” que nosotros destinamos a nuestro
cuidado y beneficio.
Anita.–
(Seria)
Pues sí, Rulito; yo creo que nos hemos de quedar sin el líquido si
todos obran como nosotros. Y segura estoy que muchos la tiran sin
pudor y que algunos están aquí, y aunque se rían también como
nosotros van a hacer que nos quedemos secos.
Rul.– Secos decís, ¡y qué
hiperbólica que resultáis!
Anita.– Y tú muy guarro, nada más
oíros: ¡pues si yo la pago: Si por ello es mía, si con mis oficios
en la tuna yo pago el agua y luz, el cable, hasta el teléfono con
Itra Iter...Inter... No sois sino Guarro y nada menos.
Doña
G.– (Toma el mando)
Como conclusión al brete, digo. Escuchad, oídme: Bien me parece que
en tu futuro Anita, hayáis decidido para bien de todos, menos baños
de tina, como habéis quedado por propia voluntad.
Anita.– ¡Y yo cuándo quedé?
Doña
G.– (Implacable)
Dalo a entender lo has, lo has, sin duda, y más. ¡En cuanto a Rul!
Rul.–
(Astuto)
¡Ya dije que de acuerdo estoy!
Doña
G.– (Sorprendida)
¡¿Y cuándo?!
Rul.–
(Juguetón)
En lo que dijéredes, que no he sino de dejar que Anita lave mi ropa
y ya está, no gaste yo más en lavado.
Anita.– En tus sueños pasara tal,
digo yo.
Doña G.– No habrá quien se ocupe
de lo que tu mismo y sin retobos de ocuparte has.
Rul.- ¿Yo?
Doña G.– Pero lo habrás de hacer
sin desperdicio y una sola vez a la quincena.
Rul.– ¿De cuál quincena habláis?
Doña G.– Digo que lavaréis toda la
ropa, no sólo la tuya sino la de toda la familia y cada quince días
y toda junta en cargas de ropa blanca y de colores y así habremos de
proceder para no desperdiciar más agua.
Rul.– No sé...
Doña G.– No hay más que hablar.
Rul.– ¿Y Anita?
Doña G.– Pues ella también, sólo
se podrá bañar cada seis meses.
Anita.– ¡No sea yo tan miserable!
Rul.– Si, va a pestar, tíita.
Anita.– En eso Rul lleva razón,
pues ¿qué pasó?
Doña G.– Digo en tina, seis meses
de plazo habrá, lo demás que se lave ella como más le convenga.
Anita.– Ah, eso ya va mejor.
Rul.– ¿Y tú tíita?
Doña G.– ¿Yo?
Rul.– No quisiérades tener
actividades de cuidado tú también, no creéis que sería buena idea
ponerle menos agua a las arvejas. Además podemos usar el agua de
tina para preparar las aguas frescas de fruta de temporada.
Anita.–
(Cómplice de Rul)
Claro, tía, y le pones menos agua a los porotos.
Rul.– Y bien empleado que desapestes
las lechugas con el sobrante del lavamanil.
Anita.– Y guisáredes el potaje con
el agua de desapestar.
Rul.– Y una vez que surta efecto el
potaje. Y el agua fresca de frutas de temporada, el agua ya bien
destilada en la letrina la podemos usar muy bien para... que os
lavéis el... la... Es un decir.
Doña G.– ¡Basta de suciedades,
Rul, Anita! ¡He comprendido yo también mi parte!
Rul.–
(Sin soltar su nueva presa)
Pues sí, tíita porque una cosa es criticar, y otra...
Doña
G.– (A punto de las canas
verdes) Dije que muy claro
ha quedado.
Anita.–
(Sigue el juego de Rul)
Luego hay personas que se la pasan criticando lo que hacen los demás
y nada les ha de costar fijarse, tía en que a veces incurren en las
mismas culpas que acusar se atreven y...
Doña G.– ¡Basta! ¡A ver si les
queda muy claro! ¡Yo también voy a poner de mi parte! Pero no, no,
no me tratéis como si el origen de todos los males acuíferos los
encarnara yo en mí mesma. No.
Rul.– Pero, tíita, piensa...
Anita.– Recapacita.
Doña G.– ¡Se acabó! ¡No habréis
de voltearme la tortilla! Vamos a hacer todos lo posible por cuidar
de el agua, ¿estáis conformes?
Rul.– Sí, y tía. De verdad vais a
querer que yo lave toda, toda vuestra ropa y la de todos?
Doña G.– Toda la ropa, toda la
ropa.
Rul.– ¿Incluyendo también vuestros
calzones?
Doña G.– Anita, acompañadme a la
cocina, de pronto tengo antojo de agua fresca de frutas de temporada.
Rul.–
¿Pero tía, no me has de contestar? ¿Vuestras bragas también he de
lavar?... ¿así tus camisetitas transparentes de lycra? Tía, tía...
¿Y tú, Anita, queréis lo mismo que me haga cargo de toda, toda tu
ropita, tus falditas, ¡Anita!, tus brassieres ¡tía!, ¡No
escapéis! Falditititas, brassieres grandes grandes... ¡Heyyy!
¡Escuchad!!! ¡Oigan! (Al
público) ¡Qué mujeres!
Fin
REGISTRADA
SOGEM Derechos reservados ® Benjamín Gavarre
Silva 2008